Roma
La ciudad de las siete colinas, una maravilla arquitectónica por sí misma, un escenario operístico hecho de amor, sangre y piedra.
El coliseo, plazas, mercados, fuentes, obeliscos y columnas y en el horizonte la enorme cúpula de San Pedro.
Iglesias, más de 900, repletas de obras de arte, Miguel Ángel, Rafael, Borromini, Bernini. Cuadros, frescos, esculturas, pan de oro. Pero fue allí, en aquella pequeña y humilde basílica a orillas del Tíber, mientras hacíamos turno para poder fotografiarnos junto a la Bocca della Verità, cuando nos sorprendió aquella tremebunda lluvia que nos hizo guarecernos en el interior del templo, para descubrir  por nosotros mismos, entre aquellas austeras capillas, cual debía ser el significado de iglesia. Un lugar para protegernos, para proteger nuestros cuerpos y para proteger nuestro alma, lejos del lujo y la ostentación